jueves, 26 de febrero de 2015

Ya no vivo aquí.

         © Guillermo Asián


         Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son
         las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la   
         calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la
         comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como
         el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las
         listas de los médicos de guardia y sus especialidades.
    
Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de
la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".

Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.

Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.

Julio Cortazar.

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