sábado, 30 de abril de 2011

Globalización. ¿Para quién?


La globalización es el resultado del triunfo del capitalismo más despiadado y depredador. Todas las posibles ventajas, como la transmisión del conocimiento, el desarrollo tecnológico, la inmediatez de las comunicaciones… son sólo caretas y disfraces con los que el sistema quiere encubrir el lado más oscuro y siniestro.
A simple vista se puede observar que las desigualdades son cada vez más profundas y que la pobreza se extiende por todas partes. Las posibles ventajas de la globalización quedan ensombrecidas por la imposibilidad de millones de personas de acceder a ellas (brecha digital por ejemplo). Los derechos sociales conquistados después de tantos siglos de lucha, parece que pierden su lugar y se desvalorizan porque lo que prima es la competitividad. La globalización supone el triunfo del cortoplacismo. La cultura del pelotazo implica rentabilidad y productividad, generación de beneficios, lo antes posible y con el menor coste posible.
Esta situación se profundiza con la crisis económica que estamos viviendo. Se socializan pérdidas. Muchas empresas aprovechan la coyuntura económica para hacer una criba en sus plantillas no teniendo en cuenta otras medidas de reducción de costes no perjudiciales para las personas. Es el darwinismo económico, sobrevive el más fuerte y competitivo. Es la filosofía del sálvese quien pueda y los que no, se quedan en la cuneta. Y cada vez son más los que se quedan en la cuneta.

La globalización supone libre circulación de capitales, mercancías y servicios no tanto así libre circulación de las personas que quieren llegar a otros lugares para sobrevivir. Las personas inmigrantes, marginales en el mundo globalizado, quieren huir de la pobreza, del hambre, de la violencia, de las guerras… y el sistema global les pone cada vez más impedimentos. Y eso que el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos declara que toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado y que toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.

Si estamos en un mundo global donde capital y mercancías se mueven libremente ¿por qué las personas no pueden hacerlo? La inmigración es un proceso imparable porque la brecha de la pobreza cada vez se hace más grande. Debido a esa libre circulación de capital se permite que las empresas se ubiquen en aquellos lugares donde la legislación laboral es más flexible (perjudicial para los y las trabajadoras o en muchas ocasiones vulneradora de los derechos humanos) o donde es inexistente un control medioambiental. Argumentando la creación de empleo en los países con estas legislaciones blandas, aprovechan para tener mano de obra barata y que no les causa problemas puesto que en estos lugares la organización sindical y los movimientos reivindicativos son casi inexistentes. Y estas mismas empresas reciben premios es sus países de origen por su ejemplaridad y comportamiento ético.

Desde el tercer sector se difuminan los esfuerzos reivindicativos ya que son muchas las organizaciones sociales y cada una con sus valores y objetivos. Además al depender económicamente de los recursos públicos o privados (que derivan de los propios agentes del capitalismo) su posición divergente no puede, en muchos casos, ser demasiado explícita. Cualquier movimiento internacional que aúne voluntades y esfuerzos por y para poner en cuestión el régimen impuesto es menoscabado y desprestigiado. La globalización extiende un manto de permanente estado de sueño sobre la sociedad civil de los países desarrollados cegándola con los aspectos positivos y ocultando los negativos. La gente se adapta y acomoda porque adoptar una posición reivindicativa nunca ha sido fácil.

En los países pobres se lucha por comer una vez al día todos los días y mientras lo hacen les llegan imágenes de riqueza y abundancia y sueñan con llegar a los paraísos del desarrollo creyendo que allá las oportunidades crecen como margaritas. Y desde este lado de la frontera y más ahora que hay crisis se exacerban las posturas de racismo y xenofobia, la violencia contra las mujeres y las discriminaciones encubiertas. En la actualidad los pobres siguen siendo más pobres, parte de la clase media se empobrece y los ricos siempre se llenan los bolsillos. A río revuelto...

Dedicado al pueblo de Haití que vive en un infierno ahora pero antes también. El olor de la pobreza no se olvida...

Fotografía: La imagen de una niña haitiana caminando descalza entre charcos de barro y mugre en un barrio de chabolas de Puerto Príncipe, ganadora del premio de fotografía UNICEF 2009 realizada por Alice Smeets, fotógrafa belga.
Patricia Aragón

Cómo prevenir la envidia

La envidia es consecuencia de dos procesos psicológicos necesarios para el desarrollo de los seres humanos: el deseo y la comparación. Para prevenir la envidia no se pueden suprimir dichos procesos, sino que deben controlarse sus efectos. El envidioso es un enfermo mental que no consigue mantener ese equilibrio. Para que los dos procesos mencionados produzcan una lucidez sana, es necesario desarrollar habilidades que ayuden a comprender lo que se siente y por qué se siente, convertir el malestar emocional producido por la envidia en un motor para conseguir lo que uno desea tener, y controlar la hostilidad que dicha situación de envidia puede generar, evitando que se deterioren las relaciones con los demás. El envidioso que quiere curarse de esa enfermedad (como ocurre con todas las enfermedades mentales) debe ser consciente, primeramente, de que es una enfermedad que puede curarse sólo cuando él asume que la padece. El problema inicial, por tanto, es que el envidioso quiera dejar de serlo.