miércoles, 23 de mayo de 2012

Entrevista para "El Coloquio de los perros"

Extraída del número 30 de la revista cultural "El Coloquio de los perros", de mayo de 2012. 

Guillermo Asián "El poder de la evocación"
Entrevista de Ángel Manuel Gómez Espada


Asiduo en publicidad, prensa y televisión desde 1985, su obra ha recibido el Premio Nacional de Fotografía Publicitaria Lux Oro, otorgado por la Asociación de Fotógrafos Profesionales de España en el año 2002. Participante de PhotoEspaña en las ediciones de 1991 y 1999, se le ha recogido en el Diccionario Espasa de la Fotografía, y en el libro editado por Lunwerg "Fotografía Contemporánea Española". Ha trabajado en publicidad y en editoriales, en publicaciones como  Elle, Marie Claire, Vogue, FHM, Play Boy, Man, Telva, Nuevo Estilo... y para las agencias Konec Comunicación, Walter Thomson, Saatchi & Saatchi, Tandem BBDO, McCann Erikson y otras. Desde 1989 desarrolla el proyecto personal Aula de Fotografía, cristalizado en exposiciones, ponencias y talleres. Ha tenido la amabilidad de hacer una pausa en su actividad y charlar con nosotros sobre su trabajo.


—EL COLOQUIO DE LOS PERROS: El abuso de las nuevas tecnologías y el fácil acceso para los aficionados y neófitos a equipos digitales potentes y a su posterior procesado y difusión, ¿cree que ha hecho que la fotografía como arte se haya resentido o se ha visto mejorada?
—GUILLERMO ASIÁN: “La imagen digital ha democratizado la fotografía”. Es una frase que se repite en boca de muchos. Parece lógico que las nuevas herramientas digitales hayan incrementado la producción fotográfica y, paralelamente, se haya generado un tráfico enorme de imagen, sobre todo en internet. Esto es bueno, porque facilita al espectador crítico acceder al visionado de obras de gran factura, aunque por el contrario sufre un bombardeado de instantáneas de “usar y tirar”. Si acotamos ese gran escaparate y hablamos de obra fotográfica con pretensiones artísticas, yo diría que la democratización ha estimulado la creatividad con algunos efectos secundarios, como es la reproducción sistemática del efectismo, que en el peor de los casos también ha conseguido colarse en algunas galerías de arte.
—ECP: Sin embargo, no está de acuerdo con haber perdido la perspectiva de lo simple, de lo cotidiano, y se queja de ese afán desmedido por el momento especial. Hoy en día deslumbra más un HDR o una esfera de luz que la sombra de una bicicleta. ¿Es una moda o un defecto de la sociedad, desenfocada por la publicidad y la televisión?
—GA: Estoy convencido de que la acumulación de saber es un elemento potenciador del criterio y un factor decisivo en la evaluación de la estética. En mi caso el cine, la literatura, la pintura o la música han hecho que perciba la imagen como una prolongación de mi experiencia vital, y no como una actividad más. La cultura estrecha la mano de las artes de forma igualitaria, educando “el ojo” y moldeando la mente sensible de manera prácticamente automática. Sería bueno que todos nos encontráramos en periodo formativo constante, dado que carecemos de respuestas a cuestiones fundamentales sobre la temporalidad y lo existencial. Reconozco ser un supino ignorante, y por tanto intento documentarme. Digo todo esto porque el efectismo sorprende a un espectador poco crítico, y eso mismo convierte en intemporal lo chabacano. El HDR a mi juicio, como lo fue en el pasado el “flow”, es sólo una moda. Ha sido generado por una sociedad nerviosa, donde prima el consumo y el golpe de efecto por encima de la reflexión y el estudio. Esto me recuerda una frase algo trasnochada, que brotaba espontáneamente en algunos observadores de imágenes cuando, ante una fotografía saturada y con una definición deslumbrante exclamaban: “Parece una postal...”. Confundir técnica con estética descubre rápidamente esos factores culturales que mencionaba antes...
—ECP: ¿Qué le aporta a sus fotografías el blanco y negro que no pueda expresarse con color?
—GA: Cuando comencé a fotografiar usaba exclusivamente película en blanco y negro. Era más accesible. Me hice con un pequeño laboratorio y yo mismo copiaba mis fotos. El blanco y negro me ha permitido una mayor modulación del tono y de la escala de grises de la imagen. Siempre he tenido la sensación de que trasmite con mayor facilidad la textura, el volumen, eliminando el protagonismo del color. Recuerdo que hace años mis amigos iban y venían por mi casa. Leíamos, escuchábamos discos de la época y también hacíamos fotos como una actividad más. Quizás las vivencias que tuve con todas esas personas curtieron mi visión y  fomentó cierto romanticismo asociado al Tri-X. En el barrio practicábamos una intensa actividad en la calle, donde las cazadoras negras de cuero, los pantalones oscuros y las motos inglesas e italianas eran una seña de identidad. Todo aquello lo veía en blanco y negro, no lo podía copiar de otra manera. El propio Cartier-Bresson manifestaba que «el blanco y negro tiene el poder de la evocación». Más tarde también me dejé seducir por el encanto del Kodachrome y otras películas en color, pero la fotografía en blanco y negro ha sido la favorita.
—ECP: Entonces, si yo le digo “el blanco y negro para el arte y el color para la publicidad”, ¿cómo me corregiría?
—GA: No haría ninguna corrección. De hecho, parece que el mercado ya se ha encargado de hacer esta distinción, basándose en los gustos del consumidor. La fotografía se ha convertido en una práctica popular que se extiende más rápido que cualquier otra manifestación artística. Por lo general, el fotógrafo ocasional espera una imagen de la realidad que captó en el momento de pulsar el disparador de su cámara. No es de extrañar entonces que muchas personas no se identifiquen con una fotografía en blanco y negro, ya que la realidad es traducida en color por el ojo humano. Esta es una cuestión que conocen muy bien los publicistas. Por otro lado, el blanco y negro cobra vida con fuerza entre fotógrafos inmersos en el “circuito del arte”, que quieren transmitir sensaciones cercanas a la nostalgia, el romanticismo, el drama, el onirismo, etc. Al final todo se mezcla y vale si produce la reacción deseada, pero creo que, por ahora, el blanco y negro gana la partida del arte.
—ECP: Con la que está cayendo dentro del mercado laboral y dentro, sobre todo, del ámbito cultural, ¿cómo se las arregla para mantenerse tan activo?
—GA: Soy inquieto y mi actividad genera a mi alrededor cierta convulsión. A veces puedo agotar a los amigos mejor preparados físicamente, y ni yo mismo sé cómo lo hago porque en el fondo soy perezoso e hipotenso, aunque lo asumo como una virtud. Simultaneo varias actividades con la fotografía, como la música y la pintura. Tengo la sensación de que la vida es como un anuncio publicitario: cuenta una historia con mucho contenido, pero es muy breve. Por tanto, intento aprovechar mis veinte segundos. Imagino que toda esa actividad es percibida como seguridad y tal vez por ello me salvo de la quema. Por ahora trabajo en lo que me gusta y tengo absoluta libertad para realizar fotografías como yo quiero.
—ECP: En una de las entradas más recientes de su blog habla de la influencia de la pintura en la fotografía, poniendo como ejemplo el surrealismo de Magritte. Lo hermoso de la fotografía es precisamente eso, que pueda nutrirse de las restantes artes y asimilarlas, ¿verdad?
—GA: Así es. La fotografía es una forma de expresión artística relativamente joven si la comparamos con otras artes, y parece lógico que beba de todas las fuentes posibles para inspirarse y crear su propio lenguaje. Siempre me ha parecido curiosa su utilización por muchos pintores de mediados del siglo XIX, que impregnaban una base fotográfica en sus lienzos para después pintar encima de forma muy detallada. A todas luces la fotografía evolucionó, pasando de ser un proceso meramente técnico a lo que después se ha convertido en una forma de expresión plástica autónoma.
—ECP: También comenta que sus trabajos mantienen los grises de clásicos como  Metrópolis o el Gabinete del Dr. Caligari, referencias explícitamente cinematográficas. ¿Cuál es el influjo que ejercen autores como Fritz Lang o Robert Wiene para que pretenda esos matices en sus imágenes?
—GA: Encuentro muy atractivo el proceso técnico, artesanal en sus comienzos, de fabricación y revelado de los soportes sensibles, desde los años 20 hasta comienzos de los años 50. El fuerte contraste en el blanco y negro de ese celuloide daba como resultado unas proyecciones cinematográficas cargadas de dramatismo. Si a esto unimos los defectos ópticos propios de las lentes del momento (desenfoques, distorsiones, etc) se obtenían imágenes que aún hoy mantienen una gran fuerza visual. Además, el cine de esos años reforzaba una imagen, de por sí teatral, con una sobreactuación actoral que resulta inspiradora para recrearla hoy día. Autores como Abel Gance, Griffith, Fritz Lang y tantos otros, sumados a los fotógrafos pictorialistas de principios del siglo XX, son para mí un referente constante porque me hicieron imaginar más allá de lo que mostraron en su obra.
—ECP: Y ya que hablamos de cine y entre sus obras más reconocidas están  los retratos de actores, ¿cuál ha sido el retrato que más le ha costado conseguir? ¿Por qué?
—GA: Realmente no he tenido ningún problema al enfrentarme a sesiones fotográficas con actores. Quizás he tenido suerte, porque siempre ha ido todo conforme a lo previsto. Además, he tenido la gran fortuna de tropezarme con personas receptivas y muy respetuosas con mi trabajo […] Pero sí recuerdo un par de ocasiones en las que fue complicado fotografiar a Richard Lester y a Sergio Leone […] Con Lester tenía que trabajar en Inglaterra y llegué a viajar a Londres en tres ocasiones para fotografiarle. Me dio plantón las dos primeras porque simplemente se le olvidó asistir y fue imposible replantear la sesión, ya que se encontraba fuera del país. En el último viaje yo estaba bastante cabreado y me sentía como un trapo, pero después resultó ser un tipo de lo más simpático que incluso me invitó a comer, y después a una fiesta organizada por la actriz y modelo Barbara Bach, en un local abierto de Londres donde terminamos borrachos. En fin, aluciné bastante y me compensó de la pérdida de tiempo anterior. […] A Sergio Leone no llegué a fotografiarle porque murió un día antes de mi partida hacia Italia, donde todo estaba dispuesto para realizar las fotos. En su lugar pude hacer una sesión con Sergio Corbucci. Todos ellos participaron en un trabajo sobre el cine rodado en Almería durante los gloriosos años del llamado “Hollywood español”.
—ECP: En su blog cita constantemente a dos poetas totalmente antagonistas, como Charles Bukowski y Vicente Aleixandre. ¿Es su forma de entender la poesía que hay en una fotografía o es que en usted confluyen ambas maneras de contemplar la realidad para después proyectarla en una obra?
—GA: Así es, a veces me siento poseído por el antihéroe Chinaski. Es entonces cuando no tengo reparos en cargar una cámara y lanzarme a la calle en busca de una realidad sórdida y desgraciada. La fotografía de calle es para mí una disciplina estimulante y compleja; enfrentarme a ella es un reto que practico de vez en cuando porque, además de acentuar mi lado salvaje, me muestra claramente que aún estoy muy “verde” a pesar de la experiencia, y que siempre tengo mucho que aprender. Los relatos de Bukowski, o los de escritores en la onda de Pedro Juan Gutiérrez, me ayudan a encontrar “el reverso tenebroso” incluso en los personajes más dulces. En esas ocasiones, también trabajando en el estudio, no sirvo para el “sonría, por favor”. Prefiero un “escupe tu mala leche” […] Obviamente también soy sensible a otra literatura menos gamberra. Escritores como Borges, Neruda o Aleixandre me conectan de manera extraña con el prerrafaelismo y con las imágenes de artistas como Julia Margaret Cameron.
—ECP: Habla también de Man Ray, Sieff y Newton como referentes. ¿Hasta qué punto están presentes en su manera de concebir una idea para una composición?
—GA: Creo que están siempre presentes. Newton es un referente para mí, por su inquisitiva manera de entrar en el cerebro del espectador a través de un erotismo que a primera vista parece algo obsceno, pero que inmediatamente se descubre como refinado y elegante. Jeanloup Sieff es otro de mis maestros en la distancia: un poeta del blanco y negro. Tanto sus paisajes como sus retratos me sumergen en un mundo de lencería fina donde no parece tener cabida la triste rutina; sus tomas con angulares son de lo más sugerente que he visto […] Hay muchos más, claro... Irving Penn, David Bailey, Tina Modotti, Richard Avedon...
—ECP: Tres autores contemporáneos que le hayan dejado boquiabiertos, por favor.
—GA: Szymon Brodziak, Isabel Muñoz, Brett Walker.