miércoles, 19 de agosto de 2015

Del bosque...

     © Guillermo Asián



AL bosque mío entro con raíces,
con mi fecundidad: De dónde
vienes?, me pregunta
una hoja verde y ancha como un mapa.
Yo no respondo. Allí
es húmedo el terreno
y mis botas se clavan, buscan algo,
golpean para que abran,
pero la tierra calla.

Callará hasta que yo comience a ser
substancia muerta y viva, enredadera,
feroz tronco del árbol erizado
o copa temblorosa.

Calla la tierra para que no sepan
sus nombres diferentes, ni su extendido idioma,
calla porque trabaja
recibiendo y naciendo:
cuanto muere recoge
como una anciana hambrienta:
todo se pudre en ella,
hasta la sombra,
el rayo,
los duros esqueletos,
el agua, la ceniza,
todo se une al rocío,
a la negra llovizna
de la selva.

El mismo sol se pudre
y el oro interrumpido
que le arroja
cae en el saco de la selva y pronto
se fundió en la amalgama, se hizo harina,
y su contribución resplandeciente
se oxidó como un arma abandonada.

Vengo a buscar raíces,
las que hallaron
el alimento mineral del bosque,
la substancia
tenaz, el cinc sombrío,
el cobre venenoso.

Esa raíz debe nutrir mi sangre.

Otra encrespada, abajo,
es parte poderosa
del silencio,
se impone como paso de reptil:
avanza devorando,
toca el agua, la bebe,
y sube por el árbol
la orden secreta:
sombrío es el trabajo
para que las estrellas sean verdes.

El cazador en el bosque - Poemas de Pablo Neruda 

domingo, 16 de agosto de 2015

El ojo del fotógrafo.

     © Guillermo Asián.

     
     "El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve."
Antonio Machado

Hace unos meses Editorial Blume reeditó un libro que ya se convirtió en su primera edición, allá por el año 2007, en una obra imprescindible sobre la composición fotográfica. El libro del que hablo es  El ojo del fotógrafode Michael Freeman.

Me comentan en Blume que es, de momento, un libro que a día de hoy no ha sido superado en ventas. Sin embargo, esta obra continúa de plena actualidad porque los principios sobre los que trata son fundamentales y se relacionan directamente con la esencia misma de la fotografía.
Es posible que si Michael Freeman no hubiera escrito otro libro como éste, "El ojo del fotógrafo" le otorgase quizás el privilegio de ser considerado como uno de los expertos más importantes del mundo en fotografía teórica. Además de ser un buen fotógrafo, Freeman atesora un extenso catálogo de obras donde reflexiona sobre las distintas orientaciones fotográficas, expresando en profundidad y con el mayor fundamento posible sobre los aspectos técnicos, y sobre otros que sobrepasan la mera praxis. En todos estos libros revalida continuamente su palmarés como fotógrafo técnico y teórico.
En el caso del libro que nos ocupa, "El ojo del fotógrafo "es una visión personal de Freeman sobre la forma de mirar, y no tanto sobre la técnica aplicada. Es un libro que habla de la “construcción", y  de la composición de las imágenes, donde Freeman apunta que “es importante aplicar el diseño fotográfico en un acto permanente de investigación, con una actitud mental abierta”, no dando demasiada importancia a las reglas académicas.
Naturalmente, es muy sencillo escribir estas palabras que nos traslada Freeman, pero más complicado es el aplicar este consejo. En este libro, el fotógrafo tiene amplia información para reflexionar sobre los principios de la composición fotográfica, siendo un estímulo positivo para la reflexión y la investigación, donde el todo forma parte de una actitud mental que con el tiempo servirá para mejorar la composición.  
El libro está dividido en  seis capítulos. Los cuatro primeros despliegan una batería de estrategias para mejorar el encuadre y establecer unas bases sólidas que contribuyan al buen diseño de una imagen, en base a los principios básicos del equilibrio, el contraste, el ritmo y los distintos elementos que conforman la misma, pasando a hablar del color y de la luz como elementos fundamentales en la composición.                                                                                                                                             
En los capítulos restantes se insta al fotógrafo a considerar la intención y los propósitos que puede aportar a sus imágenes al componerlas, expresando con ellas ambigüedad, expresividad, complejidad, simpleza, etc…
El proceso de la toma se torna importante en los últimos capítulos, centrándose en la práctica que distingue al fotógrafo experto del que se inicia en la disciplina fotográfica. Aquí el autor habla de la “caza” fotográfica, y del momento casi instintivo que lleva al fotógrafo a apretar el disparador, buscando puntos de vista estimulantes que encierren en un instante fugaz los  diferentes conocimientos e intenciones.  Freeman comenta que todo ello puede ser conducido, mediante la educación, la contemplación, el estudio y el análisis, al explorar las distintas posibilidades que se plantean en el momento de captar una escena. 
Al no redundar en la parte técnica, la abundancia gráfica del libro, que muestra multitud de imágenes, permiten observar la manera en la que Freeman se enfrenta a la toma de fotografías, mostrando variables, cambios de encuadre y perspectivas, etc, cuestiones todas ellas de vital importancia que constituyen una enseñanza vital.
No es un libro de trucos, ni parece apropiado para quien busca soluciones rápidas y consejos sobre cambios de diafragma, profundidad de campo, velocidad, sensibilidad ISO, etc.  Es un texto indicado para todos aquellos y aquellas que quieren abordar y experimentar la dinámica de la imagen con un punto de vista adicional, que incremente y complemente sus conocimientos sobre la materia. No es un texto con academicismos ni pretende ser el paradigma de la técnica. En sus páginas encontrará el lector  una práctica fácilmente entendible gracias al gran soporte gráfico que proporciona su contenido.                                                                                                                                                   


 EODF
                                                                                                                 






sábado, 15 de agosto de 2015

Culminación del dolor

      © Guillermo Asián.


Oigo incluso cómo ríen

las montañas
arriba y abajo de sus azules laderas
y abajo en el agua
los peces lloran
y toda el agua
son sus lágrimas.
oigo el agua
las noches que consumo bebiendo
y la tristeza se hace tan grande
que la oigo en mi reloj
se vuelve pomos en la cómoda
se vuelve papel sobre el suelo
se vuelve calzador
ticket de la lavandería
se vuelve
humo de cigarrillo
escalando un templo de oscuras enredaderas.

poco importa

poco amor
o poca vida
no es tan malo
lo que cuenta
es observar las paredes
yo nací para eso

nací para robar rosas de las avenidas de la muerte.

Charles Bukowski.

jueves, 13 de agosto de 2015

Lo que dejé por ti

    © Guillermo Asián.


Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.
Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.
Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.
Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.

(Roma, peligro para caminantes, 1964-67)
Rafael Alberti

jueves, 6 de agosto de 2015

La ahogada del cielo



Foto: Guillermo Asián.

Tejida mariposa, vestidura
colgada de los árboles,
ahogada en cielo, derivada
entre rachas y lluvias, sola, sola, compacta,
con ropa y cabellera hecha jirones
y centros corroídos por el aire.
Inmóvil, si resistes
la ronca aguja del invierno,
el río de agua airada que te acosa. Celeste
sombra, ramo de palomas
roto de noche entre las flores muertas:
yo me detengo y sufro
cuando como un sonido lento y lleno de frío
propagas tu arrebol golpeado por el agua.

La ahogada del cielo - de Pablo Neruda