jueves, 25 de junio de 2020

Más que un triciclo

Foto de William Eggleston.

La vibrante impresión "Memphis (Triciclo)" de William Eggleston apareció por primera vez en público en 1976, como parte de una exposición de fotografía en color en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Al igual que muchas obras que marcan un punto de inflexión artística, se encontró con una buena cantidad de burlas: los críticos declararon banal su tema y su color saturado más adecuado a la publicidad, además de una composición imperdonablemente simplista. Sin embargo, estas objeciones también describieron el nuevo punto de vista de Eggleston y las razones por las que la imagen se convirtió en un clásico. La primera impresión de aproximadamente 30x40 cm, se vendió en subasta generando 350,000  dólares. El triciclo aparece oxidado por el uso, pero se representa aquí como lo más importante del mundo. Para hacer la fotografía, Eggleston se posicionó en un punto de vista incluso más bajo que el nivel del ojo del dueño del triciclo, para darnos una vista clara entre sus ruedas del sedán adulto estacionado en el estacionamiento al otro lado de la calle. Esta y muchas otras de las fotografías de Eggleston fueron realizadas en diapositiva Kodachrome, un medio popular de captación de instantáneas entre los aficionados a la fotografía en la segunda mitad del siglo XX. Muchas de esas imágenes describen directamente a las personas y los objetos comunes, enmarcados directamente en el centro de la fotografía. Los críticos que encontraron esta semejanza simplista en la imagen del triciclo de Eggleston, descartando el trabajo creativo y evocador,  pasaron por alto el poder paradójico de las fotografías. Las instantáneas son resortes que abren depósitos de la memoria y desatan sentimientos en las personas sensibles.  Debido a que todos tenemos recuerdos y fotografías propias, conocemos el hábito de mirarlas y de proyectarnos en los dramas y pasiones que ocultan. El color se puso a disposición del fotógrafo ordinario en los años cincuenta y sesenta; antes de eso, la fotografía se había realizado mayoritariamente en blanco y negro durante más de un siglo. Los fotógrafos que trabajaron color no solo tuvieron que dominar un nuevo medio, sino que también tuvieron que dejar a un lado a los distinguidos precedentes que los habían atraído a la fotografía. Pasarían varias décadas más antes de que desapareciera la convicción de que las fotografías serias sólo podían realizarse en blanco y negro. Eggleston, ahora con 81 años, continúa forjando un camino para los artistas que trabajan en películas en color. Un legado que comenzó con su monumental triciclo.

martes, 16 de julio de 2019

Recordando a Avedon


    © Guillermo Asián. Mon Bambú. "Mira".


El libro "In the American West" es considerado, por una gran mayoría crítica,  como un proyecto resaltable y único en la historia de la fotográfica y una expresión definitiva del poder del arte fotográfico. Publicado por primera vez por Abrams en 1985, conjuntamente con una exposición en el "Amon Carter Museum" de Fort Worth, Texas, el libro se ha reeditado para acompañar otra exposición en el mismo museo en su vigésimo aniversario.

Avedon, que murió en 2004, fue uno de los mejores fotógrafos estadounidenses de su generación. Para realizar  "In the American Wes"t, viajó durante cinco años intentando conocer y fotografiar a la gente sencilla del oeste: trabajadores de ranchos, barriadas, chicas de bares, drifters y jugadores. El libro resultante incluye 120 fotografías en blanco y negro exquisitamente impresas; es un ensayo de Avedon sobre sus métodos de trabajo y su filosofía del retrato. El libro, además, cuenta con un diario del proyecto realizado por Laura Wilson, y con un nuevo prólogo de John Rohrbach.
La reedición de este libro legendario, agotado durante más de una década, es un acontecimiento importante en el mundo de la fotografía.

En la medida que admiro profundamente el trabajo de Richard Avedon he intentado, siempre con el máximo respeto por su trabajo, realizar alguna imagen con la carga emocional del que sabe que sólo la autenticidad puede hacer vibrar a los personajes secundarios. Son esos, los personajes que nutren las páginas de "In the American West"; personajes doloridos y gastados, que como en "La senda del perdedor" de Charles Bukowski, te atrapan al momento en una suerte de historia cinematográfica, para recordarnos enseguida que la realidad es la madre de todas las historias, nos guste o no.
La fotografía que publico aquí de Mon Bambú, entronca en la medida de lo posible con la visión gráfica y limpia que Avedon derrochó al captar la atención de sus personajes. Extraer de Bambú la naturaleza de sus pensamientos, e intentar atrapar el seísmo de su mirada en un milisegundo, no es tarea fácil, pero siempre es un reto apasionante.


   
    © Richard Avedon

    "In the American West" en Amazon

martes, 9 de julio de 2019

sábado, 7 de julio de 2018

Verano...

   



    Desnuda eres tan simple como una de tus manos, 
    Lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente, 
    Tienes líneas de luna, caminos de manzana, 
    Desnuda eres delgada como el trigo desnudo.

    Pablo Neruda

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Me diste...

     © Guillermo Asián 

Quizá la más querida
Julio Cortázar.


Me diste la intemperie,
la leve sombra de tu mano
pasando por mi cara.
Me diste el frío, la distancia,
el amargo café de medianoche
entre mesas vacías.



Preludio a un texto en prosa
Julio Cortázar.


Venir de alguna parte que no es parte de ninguna, del cuarto lado de ese triángulo que forman las dos cervezas y la chica rubia, en este pub de Chelsea. Simplemente: queremos tanto a Glenda. 
Las papas fritas huelen a pescado y el pescado no huele: esquives y situaciones, estas líneas, el barman pelirrojo y los Pink Floyd, cada cosa desplaza lo vecino, lo empuja a pulirse y brillar como el niño que brota de mujer. Pero no hay como, aquí: las cosas son lo que son porque son otras. 
Sólo sé que respiro, y que queremos tanto a Glenda.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Escalera para dormir

     © Guillermo Asián


Instrucciones para subir una escalera.
Julio Cortázar.

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

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