martes, 23 de abril de 2013

"Pregúntale al polvo..."

                             © Guillermo Asián



Cogió el dinero y lo guardó bajo la almohada. Me dio las gracias y su sonrisa se transformó. El escritor quería hablar. ¿Qué tal estaba el trabajo actualmente? ¿Cómo es que a  una chica como ella le gustaba aquella clase de vida? Oh, por favor, cariño, basta ya de hablar, empecemos de una vez. No, no, yo quiero que hablemos, es importante, un nuevo libro, materia prima. Lo hago a menudo. ¿Cómo te metiste en el oficio? Joder, cariño, ¿es que también me vas a preguntar eso? Que el dinero no es problema, ya te lo dije. Pero mi tiempo tiene precio, cariño. Toma otros dos dólares. Ya van cinco, Santo Dios, cinco dólares del ala y aún no he salido de aquí, cuánto te odio, basura inmunda. Aunque eres más pura que yo porque no tienes ninguna inteligencia que vender, sólo la triste envoltura de la carne.

La chica estaba impresionada, dispuesta a cualquier cosa. Habría hecho con ella lo que me hubiera dado la gana, y quiso atraerme hacia sí, pero no, esperemos un rato. Te he dicho que quiero hablar, que el dinero no es problema, toma tres más, ya van ocho, pero no importa. Quédate con los ocho dólares y cómprate algo bonito. De pronto chasqué los dedos como hombre que recuerda algo, algo importante, una cita, un compromiso.

—Eh — dije —, ahora que recuerdo. ¿Qué hora es? Había hundido la barbilla en mi cuello y me lo acariciaba. — No te preocupes por la hora, cariño. Puedes quedarte toda la noche. Un hombre importante, importantísimo, ahora lo recordaba, mi editor, iba a llegar en avión aquella misma noche. En Burbank, iba a aterrizar en Burbank. Tendré que coger un taxi para ir allí, tengo que darme prisa. Adiós, adiós, quédate los ocho pavos, cómprate algo bonito, adiós, adiós, bajando las escaleras a toda velocidad, huyendo, sumergiéndome en la niebla acogedora de la calle, quédate los ocho pavos, oh dulce niebla, te he visto y hacia ti corro, oh aire puro, oh mundo maravilloso, hacia ti voy, adiós, gritando por las escaleras, volveremos a vernos, quédate los ocho dólares y cómprate algo que te guste. Ocho dólares que me hacen llorar sangre, Jesús, acaba conmigo, dame la muerte y envía a casa mi cadáver, dame la muerte, hazme morir como un pagano idiota que no cuenta con sacerdote alguno para absolverle, ni con la extremaunción, ocho dólares, ocho dólares…

John Fante (extracto de "Pregúntale al polvo")

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