Cogió el
dinero y lo guardó bajo la almohada. Me dio las gracias y su sonrisa se transformó.
El escritor quería hablar. ¿Qué tal estaba el trabajo actualmente? ¿Cómo es que
a una chica como ella le gustaba aquella
clase de vida? Oh, por favor, cariño, basta ya de hablar, empecemos de una vez.
No, no, yo quiero que hablemos, es importante, un nuevo libro, materia prima.
Lo hago a menudo. ¿Cómo te metiste en el oficio? Joder, cariño, ¿es que también
me vas a preguntar eso? Que el dinero no es problema, ya te lo dije. Pero mi
tiempo tiene precio, cariño. Toma otros dos dólares. Ya van cinco, Santo Dios,
cinco dólares del ala y aún no he salido de aquí, cuánto te odio, basura
inmunda. Aunque eres más pura que yo porque no tienes ninguna inteligencia que
vender, sólo la triste envoltura de la carne.
La chica
estaba impresionada, dispuesta a cualquier cosa. Habría hecho con ella lo que me
hubiera dado la gana, y quiso atraerme hacia sí, pero no, esperemos un rato. Te
he dicho que quiero hablar, que el dinero no es problema, toma tres más, ya van
ocho, pero no importa. Quédate con los ocho dólares y cómprate algo bonito. De
pronto chasqué los dedos como hombre que recuerda algo, algo importante, una
cita, un compromiso.
—Eh — dije —,
ahora que recuerdo. ¿Qué hora es? Había hundido la barbilla en mi cuello y me
lo acariciaba. — No te preocupes por la hora, cariño. Puedes quedarte toda la
noche. Un hombre importante, importantísimo, ahora lo recordaba, mi editor, iba
a llegar en avión aquella misma noche. En Burbank, iba a aterrizar en Burbank.
Tendré que coger un taxi para ir allí, tengo que darme prisa. Adiós, adiós,
quédate los ocho pavos, cómprate algo bonito, adiós, adiós, bajando las
escaleras a toda velocidad, huyendo, sumergiéndome en la niebla acogedora de la
calle, quédate los ocho pavos, oh dulce niebla, te he visto y hacia ti corro,
oh aire puro, oh mundo maravilloso, hacia ti voy, adiós, gritando por las
escaleras, volveremos a vernos, quédate los ocho dólares y cómprate algo que te
guste. Ocho dólares que me hacen llorar sangre, Jesús, acaba conmigo, dame la
muerte y envía a casa mi cadáver, dame la muerte, hazme morir como un pagano
idiota que no cuenta con sacerdote alguno para absolverle, ni con la
extremaunción, ocho dólares, ocho dólares…
John Fante (extracto de "Pregúntale al polvo")
John Fante (extracto de "Pregúntale al polvo")
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