Fotos: Guillermo Asián
Carlos III hizo de Madrid una espectacular transformación, siguiendo el lema del Despotismo Ilustrado “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. La capital de España pasó de ser la pequeña villa de los Austrias, donde únicamente se centraba la administración del Estado, a una auténtica ciudad, al estilo europeo. A mediados del siglo XVIII, cuando comienza el reinado de Carlos III, Madrid era la ciudad desde la que se dirigía el Estado y se gobernaba. Sin embargo, en torno a la capital apenas había producción industrial, como podía suceder en otras urbes europeas. Además, existían altos grados de insalubridad, con calles sucias donde no había un buen sistema de desagüe. La principal labor constructora de Carlos III en Madrid estuvo encaminada a un verdadero afán propagandístico. Ocurrió, por ejemplo, con la construcción de palacios como el del Buen Retiro u otros monumentos. En cuanto a los edificios erigidos por Carlos III en Madrid, muchos de ellos se levantaron en puntos clave de la capital. Es el caso de la Puerta del Sol, actual sede del gobierno de la Comunidad de Madrid. Otras importantes edificaciones fueron la Real Academia de las Bellas Artes, el palacio de la Aduana, el edificio de Correos o la famosísima fuente de la diosa Cibeles. De esta manera, nacía en España una nueva Madrid. La ciudad se enriqueció con numerosos paseos, parques y jardines, que le dieron el aspecto de una ciudad saludable. Hoy en día, algunas zonas de la capital siguen conservando el porte neoclásico del siglo XVIII, sobre todo en torno a los edificios ya nombrados, que contrastan enormemente con el denominado “Madrid de los Austrias”, la zona más céntrica de la capital, plagada de edificios de estilo renacentista y barroco.
Madrid ha crecido sin medida y desordenadamente, y más desde los años sesenta, debido a la inyección económica propiciada por parte del capitalismo feroz a la familia española, en forma de créditos a un alto interés que permitió la compra de bienes a largo plazo, equipándose un tercio de la población con inmuebles, automóviles y electrodomésticos hasta entonces reservados a las clases más pudientes.
La urbe crece exageradamente entre la urdimbre de asfalto, túneles polucionados, pasos elevados, polígonos industriales, centros comerciales y de negocio, ciudades dormitorio y campos llamados a ser vertederos y grandes acumuladores de escombro y desechos.
Entre los restos de la bonanza económica, a las puertas de una hecatombe propiciada por un sistema insostenible, transitan gentes dormidas, pendientes del próximo partido de fútbol.
Duerma usted si quiere... Yo me bajo en Atocha.
Vídeo: Madrid, hacia 1910
Yo también me bajo en atocha pero si me miran así esas señoras..................no se yo Guillermo no se yo......................fuera coñas después de leer y ver tu entrada de hoy he recordado al Viejo Profesor y las luces que dejo su trayectoria
ResponderEliminarEs inevitable el recordar a Enrique Tierno Galván cuando se piensa en Madrid, y más si uno valora positivamente la década de los 80, y la integración cultural popular de la que fue un firme defensor el profesor. Brindo por él. Saludos, Rosa.
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