Fue ayer. Aún viven en los ancestros de la memoria la familia descompuesta, la provisionalidad y la incertidumbre. En cualquier caso, nunca el miedo. Éramos más que jóvenes. Éramos valientes y comprometidos, locos de atar que no aspiraban más que a vivir con intensidad el momento. El futuro nos parecía tan lejano.
La felicidad era casi siempre la norma, y el llanto una mancha de aceite en la camisa, persistente hasta el próximo lavado. Querida amiga, espero que estés bien.
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