miércoles, 17 de agosto de 2011

No toques, que te quemas

¿Pensar es pecado?

Recuerdo al dominico paseándose entre los pupitres, entre cabezas gachas alejadas de aquel lugar. Yo pensaba en Pilar, una muchacha de mi barrio que usaba vestidos de una pieza por encima de la rodilla. La letanía era siempre la misma: "Tu paraíso lo ganas practicando el bien con tus semejantes, muchacho". Mientras tanto, el tipo aquél de la sotana blanca, llamado por la mayoría "padre", encargaba una investigación a la policía nacional de Córdoba,  a propósito de unas inocentes sustracciones ocurridas en mi colegio. Así eran nuestros "pastores": colaboracionistas, pésimos referentes y unos perfectos corruptos que desviaban el dinero de los presupuestos a sus bolsillos, cuestión ésta que nunca pudimos probar, obviamente.
Mientras aquello ocurría, la universidad laboral adolecía de un servicio médico moderno, deficiencia que causó la muerte de un muchacho en circunstancias aún sin esclarecer. Aquello motivó una huelga general en los colegios y todos fuimos expulsados cautelarmente, hasta nueva orden. Cometimos el pecado de sublevarnos contra una dirección de sotanas blancas, codiciosa, represora y rancia. La universidad fue tomada por los maderos al cabo de 24 horas.
"Muchacho, el pecado es de obra, pero también de pensamiento".

He visto muchas veces estos carteles, como el de la foto, en los que se lee  "NO TOCAR, PELIGRO DE MUERTE". Tantas veces he pensado al instante en tocar lo prohibido, en transgredir y en saltar a la torera cualquier barrera...
En las prohibiciones el miedo ejerce un papel represor, y a la vez actúa como cauteloso guardián.
A mí me excitaban las prohibiciones. Se transformaban en proyectores de imágenes que se multiplicaban en mi mente en forma de explosiones de edificios gubernamentales; entidades bancarias en llamas; dirigentes políticos desnudos, caminando por las calles azotados por ordas de cerdos con alas; escaladas lascivas a los  pechos de Jane Fonda; orgías de monos y gallinas... En fin, qué no será capaz de imaginar una mente reprimida.

Los "pastores" de hoy, como aquellos, juegan también con la baza del miedo y de la superstición. Millares de personas que consienten los despilfarros de esta "representación divina" en la tierra, son cómplices de la injusticia y de la muerte, por omisión, por falta de compromiso real con la libertad y la vida; por hipocresía, memez y por consentimiento de la indecencia de un estado sectario que gobierna, decide, influye, e incluso juega un papel económico y político decisivo fuera de su ámbito gregario.
Personas como Vicente Ferrer, filántropo ex componente de la compañía de Jesús, son excepciones que, por otra parte, demuestran la mayor de las coherencias al abandonar las filas de directrices trasnochadas, que no tienen más sentido hoy día que la recaudación y la influencia con fines lucrativos.

No se debería consentir de ninguna manera el que un estado  no vinculado a las reglas de juego internacionales, que obligan a las inspecciones regulares que cualquier otro país soporta a causa de las intervenciones en el comercio y en la política mundial, tenga un tratamiento "especial".
Dar pábulo preferente a una organización donde el secretismo y la conspiración son moneda de cambio es  menoscabar la práctica, por otro lado ya pervertida, de la justicia.
No se debería imponer a los creyentes de otras religiones, o a los ciudadanos/as no creyentes, el espectáculo indecente del despilfarro, ni el devaneo superfluo vestido de filosofía trascendente, prepotente y paternalista. Todo ello consentido por un estado laico.

Por otra parte, el atesoramiento de la cultura bibliográfica, la obra pictórica, el conocimiento y el saber ocultos que son patrimonio de todos, debería estar al alcance de cualquiera.

Parece de chiste, pero no: vivimos aún en un mundo de reyes decimonónicos y de papas retrógrados (Mario José Bergoglio intenta lo contrario), donde ni los sicarios mejor situados los respetan, pero sí los aplauden y los consienten. Continúan ejerciendo la función de marionetas ornamentales de lujo, al servicio de un mejor aborregamiento de la masa, siempre dispuesta a dejarse seducir por un caramelo en forma de perdón por sus pecadillos.

"Mejor no toques, que te quemas, hijo".
"Y no pienses eso, que es pecado".
Mejor no pienses.

Guillermo Asián.

José Luis Sampedro y la visita del papa

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